jueves, 31 de julio de 2008

La carta o la vida:


El lugar perdido
Norma Huidobro
Buenos Aires, Clarín-Alfaguara, 2007

La novela se abre con un anclaje del espacio y del tiempo en el que ocurre: Villa del Carmen, Jujuy, enero de 1977. A este pequeñísimo pueblo de provincia, con el calor que cala los huesos, llega un tal Ferroni, enviado por el aparato represivo de la dictadura argentina, para buscar un dato, un solo dato. Lo que quiere es saber dónde está Matilde, que un día se fue a vivir a Buenos Aires y se enamoró perdidamente de José Luis, ferroviario, gremialista. El enigma de la novela ganadora del Premio que otorga el diario Clarín de Buenos Aires es ése: si Ferroni lo conseguirá o no lo conseguirá. Marita, amiga de siempre de Matilde, es su señuelo, y mucho más considerando que en pocos días más será el cumpleaños. Matilde, desde donde esté, se acordará de saludar en forma de carta a su amiga, la que se quedó en el pueblo perdido de provincia, la que no conoció varón.
Ferroni quiere la carta que va a llegar, la necesita, es su tarea indigna. Pero más que la carta quiere el sobre, aquel aparato para-epistolar que le permita dar cuenta de dónde está Matilde y, a través de eso, saber donde esta su amante.

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miércoles, 30 de julio de 2008

Julio 30, 1995:







Padre amado, allí donde estés convencida estoy que me escuchas:
Significa tanto
tener un padre
que es lo que todos los
padres deberian ser
un padre que es
una parte tan importante
de los recuerdos que
los niños atesoran para siempre
tu cumpleaños (en el cielo)
tanto como otros eventos
reaviva esos dulces recuerdos
de lo que significa tener una padre maravilloso
como (lo fuiste) tu!
Aunque estas palabras no las leerás con ojos humanos se que las veras con vista de angel, con los ojos del alma, aún no me resigno de saberte “ ido ” Cuando los tres (con mamá) juntos estuvimos al comprar esta tarjeta el año pasado cuando te festejamos el que sería tu último cumpleaños en la tierra!.. como suspiro tenue, como plumita sutil, como rayo de luz espero recibas estos augurios que del corazón aún incrédulo, parten para alcanzarte en ese más allá misterioso y desconocido en donde la gracia divina te ha conducido de seguro amándote como si palpitante aun estuvieras-
La mayor de tus hijas Rosetta
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martes, 29 de julio de 2008

Carta de Leopoldo:


Marechal, el alegato


Por Guillermo Saccomanno
La nueva edición de Cuaderno de navegación tiene un valor adicional además de la búsqueda metafísica de su autor. Porque incluye un texto inédito, en forma de carta, que Marechal le escribe a un tal José María, presumiblemente el poeta peronista Castiñeira de Dios, refiriéndose a una polémica en La Nación en noviembre del ‘63 entre Murena y el ensayista uruguayo Emir Rodríguez Monegal, quien en Narradores de esta América alude a su proscripción. El texto es "El poeta depuesto", un inédito que el escritor pensaba incluir en la primera edición del libro en 1965. Se trata de una defensa apasionada, pero no menos meditada y racional, del peronismo y sus argumentos tienen una vigencia estremecedora. (Quizás algún espíritu progre se escandalice con la mención amistosa del nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo. Y convendrá recordar que fue en su diario Mayoría, firmada por él mismo Sánchez Sorondo, donde se publicó la primera reseña a favor de El precio, la primera novela de Andrés Rivera).
Marechal traza su autobiografía política, la simpatía por el socialismo primero, un interés contemplativo y pietista por el yrigoyenismo y, más tarde, vía el cristianismo, su adhesión al justicialismo y su doctrina, adhesión que no implica, en su caso, hacerse el distraído y formular reparos en cuanto a la restricción de libertades individuales en el marco de un gobierno popular. Dos subrayados: “el hombre, por el solo hecho de vivir, es un ser comprometido ya desde su nacimiento hasta su muerte”. El otro subrayado, que explica el por qué de su compromiso político, tiene una base religiosa: “Se me impuso la doble y complementaria lección crística del amor fraternal y la condenación del rico en tanto que su pasión acumulativa trastorna el orden en la distribución asignado tan admirablemente a la Providencia en el Sermón de la Montaña”. Desde estos argumentos Marechal explica su peronismo. Pero antes de estas reflexiones, fue el instinto: cuando la mañana del 17 de octubre de 1945 vio pasar bajo el balcón de su departamento sobre Rivadavia, entre Congreso y Once, las masas de descamisados hacia la Plaza, sin vacilar, puro reflejo, Marechal supo que ahí marchaba el pueblo, bajó a la calle y se sumó a la manifestación que, según define, fue “la única revolución verdaderamente popular que registra nuestra historia”. A partir de entonces, Marechal se ganó el desprecio de la intelectualidad tilinga. En "El poeta depuesto" Marechal ironiza: quienes empiezan a segregarlo, los partidarios de la “civilización”, representan la “barbarie” que luego encarnará la “contrarrevolución” –así la denomina– del ‘55 con bombardeos, fusilamientos, torturas. Si hay un líder depuesto, un gobierno democrático depuesto, un pueblo depuesto, cómo no va a haber, por lógica, también un poeta depuesto. A él le ha tocado serlo.
Fue en 1971, bajo la dictadura de Lanusse. Hacía un año que Marechal había muerto. Por entonces un grupo de estudiantes de la carrera de Letras que nos acercábamos al peronismo decidimos homenajearlo. Buscamos a Elbia Rosbaco, Elbiamor, su viuda. Eran sus noches largas del duelo. La viuda nos recibía en su casa y nos hablaba de Marechal. Fascinados, la escuchábamos. Nosotros éramos más pichis que la generación de El escarabajo de oro, que precediéndonos, había iniciado bastante antes la revaloración de Marechal y compartían juntos veladas en las que fluían la literatura, la amistad y el humor, siempre el “humor angélico”, todo un don en Marechal. Transmitía calidez, Marechal. Como su Adán Buenosayres. Nos habíamos acercado primero a su obra y después a su viuda. No éramos inocentes: pensábamos en el escritor no sólo como una gran literatura. También como una provocación, y lo era. Ese primer homenaje al año de su muerte no era una simple mesa redonda literaria: era un acto político. Me acuerdo: tiempos de la CGTA, en el Sindicato de Farmacia. Contábamos con el apoyo de las Cátedras Nacionales. Eduardo Romano y Juan Sasturain, si mal no recuerdo, enseñaban Adán Buenosayres. Invitamos a Abelardo Castillo, Liliana Heker, Haroldo Conti, Castiñeira de Dios y Antonio Carrizo. No me acuerdo si acudieron todos, pero sí que la sala desbordaba. Tal vez mi memoria se engaña: por ahí la audiencia nos parecía tan masiva porque el local era reducido. En la calle, en la puerta del sindicato, vigilaban patrulleros, un neptuno y camiones celulares. A la salida hubo un momento de tensión. De no haber sido por la popularidad y el carisma de Carrizo, el homenaje habría terminado con gases y a los bastonazos. Un año más tarde intentamos otro homenaje: esta vez en el sindicato del calzado. Entre los participantes estuvieron Arturo Jauretche y Juan Carlos Gené. Me acuerdo: leíamos a Marechal con fervor, pero también, como dije, nos entusiasmaba nombrarlo en los ámbitos académicos y de intelligentzia acartonada. Un buen escritor no podía ser peronista, pensaban sus detractores. Es más: no se podía ser peronista y escritor. Al peronismo la escritura le estuvo, le está, negada. La negrada no lee siquiera.
Hay un sinfín de anécdotas que lo retratan a Marechal, durante su colaboración con el peronismo, haciendo gauchadas, dándole una mano a quien en la mala lo requería. Pero muchos olvidarán esta generosidad suya. Ya desde 1948, cuando publicó Adán Buenosayres, Marechal venía registrando el ninguneo, una exclusión operada “según la triste característica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fácil de los silencios prefabricados”. Son escasos quienes lo defienden: Murena, Sabato y Cortázar. A Cortázar, un artículo extenso sobre Adán Buenosayres le costará, a su vez, la repulsa del séquito de la Ocampo. Deberían pasar muchos años, casi hasta fines de los ‘60, para que se lo reivindicara. Entre las primeras señales de rehabilitación se contó Primera Plana, que coqueteaba con el peronismo, el elogio de El banquete de Severo Arcángelo, que operó como su reaparición pública. También por esa época, al igual que Martínez Estrada, viajaría a Cuba y revisaría su posición con respecto a la liberación latinoamericana que parecía tan inmediata. Son ya los tiempos de la insurgencia: el Cordobazo, la jotapé, la lucha armada prenuncian una revolución que Marechal comprende desde su cristianismo no muy alejado de la Teología de la Liberación. De esta época es Megafón o la Guerra, su novela publicada post mortem, explícitamente peronista y simpatizante de la guerrilla. No es la mejor de Marechal. La mejor, en mi opinión, sigue siendo el Adán Buenosayres, que aun cuando muchos la consideraron una versión local del Ulises joyceano, no se le parece en nada.
Volviendo a "El poeta depuesto": acá hay una prosa tan precisa como delicada, que termina con el mito de que el buen gusto literario era un patrimonio exclusivo de la colonialista secta Sur. En lugar de sorna, en Marechal asoma una picardía serena que mira con lástima a sus enemigos. Si algo no es Marechal es un resentido. Y su ensayo, en forma de carta, tiene un valor enorme si se lo intercala, complementario, entre la carta que el general Juan José Valle escribe a sus fusiladores en 1955 y la carta que Rodolfo Walsh le escribe a la junta militar del ‘76. Una digresión y no tanto: algún día la crítica habrá de reparar en estos textos con valor de carta abierta, y fijarse de qué manera, por ejemplo, Valle, al escribir la suya, parece estar imprimiéndole a Walsh un tono, el mismo. Reparar, digo, como la denuncia no implica necesariamente un registro de brulote sino que puede no subestimar a su destinatario al adoptar una preocupación por el estilo, la palabra justa. "El poeta depuesto" pertenece a esta clase de textos ejemplares y tiene el efecto de un alegato.
Pero, al margen del ninguneo sufrido por su compromiso político, hay una hipótesis que me queda picando. Y creo que me viene desde esa época en que un grupo de estudiantes lo homenajeábamos como provocación. Ahora que lo pienso, me pregunto si la mentada antinomia entre Borges/Arlt no deviene una contradicción maniquea, un invento que le queda cómodo a la intelectualidad liberal con sus remilgos antiperonistas. Es una contradicción, la de Borges/Arlt, educada, presentable, en la que no cabe el peronismo. Me pregunto, si la verdadera contradicción, civilización/barbarie, no es en términos de “alta cultura” Borges/Marechal. A Marechal no se le perdonó no sólo su militancia. No se le perdonó tampoco –y todavía no se dice– que desde el martinfierrismo pasara al justicialismo mientras publicaba una obra monumental como el Adán Buenosayres, una gran novela cargada de personajes inolvidables, poética, urbana, iniciática, amorosa, satírica, muy jodona. Lo trágico siempre ha tenido más y mejor prensa que el humor. Entre la melancolía de la guapeza devaluada de Borges y la angustia del Arlt humillado que plantea la traición como una condición de clase media, Marechal se cruza con una novela gigante, inusual en su forma y contenido, entre poética e hilarante, que empieza con un despertar de “la Gran Capital del Sur” donde una “mazorca” (sí, leyeron bien: mazorca, escribe Marechal) de hombres se disputan a gritos la posesión del día y la tierra. Marechal sobrevuela omnisciente sobre Villa Crespo, Avellaneda y Belgrano, el puerto y los frigoríficos, los cien barrios porteños. Mientras se oye la voz de una piba de barrio cantando “El pañuelito”, el narrador observa y celebra con “una mirada gorrionesca” la vida. A pesar de la religiosidad de su autor, Adán Buenosayres es una novela profana que se cifra en “la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación”. De acuerdo: lo que no se le perdonó a Marechal fue su peronismo. Pero menos se le perdonó el genio que brilla en cada página de Adán Buenosayres. Basta ichinearla, abrirla en cualquier parte para quedar pegado. Y dan unas ganas de leerla, de recomendarla, de compartir la lectura prodigiosa de esa cruza imaginativa entre lo barrial y lo flanneur, lo canyengue y lo criollo, el tango y la música clásica, lo filosófico y lo cotidiano, lo lírico y lo bajo, y con un desafuero rabelaisiano, como si fuera poco, un descenso, “El Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia”. Demasiado para los estreñidos del gueto literario entre los cuales, Borges, pareciera ser, con su “sense of humour” tan british, su máximo representante, “solemne como pedo de inglés”.


Publicado en el suplemento Radar Libros del diario Página/12 de Buenos Aires el 27 de julio de 2008



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lunes, 28 de julio de 2008

Epistolografía


De Wikipedia, la enciclopedia libre

La epistolografía (del griego ἐπιστολή, «carta» y γραφία, «escritura») es una actividad literaria que consiste en escribir cartas. Generalmente, se consideran de interés general, y por tanto publicables, las cartas que el propio autor consideró apropiado publicar o que, sin cumplir esa condición, sirven sin embargo para conocer mejor la biografía y la obra de algún artista o algún acontecimiento o período histórico.


Tabla de contenidos
1 Encuadre
2 Clasificación
3 Historia
3.1 La Antigüedad
3.2 Edad Media
3.3 Siglos XVI y XVII
3.4 Siglos XVIII y XIX
3.5 Siglos XX y XXI
4 Véase también
5 Referencias
6 Enlaces externos

Encuadre
Por su temática y su uso del 'yo', la epístola se encuadra dentro de la escritura subjetiva, junto con la
autobiografía, las confesiones, el diario, las memorias y el monólogo.[1] [2]

Clasificación
La carta o epístola es un género muy flexible, que se presta a múltiples usos y clasificaciones. Desde el punto de vista del emisor, cabe distinguir cartas reales, apócrifas y ficticias.
[3] . Por su interés literario, histórico o antropológico, algunos de los tipos más notables son los siguientes:

Carta a los Reyes Magos: en los países en los que está extendida la creencia de que los Reyes Magos traen regalos a los niños el día 6 de enero, es común que los padres animen a sus hijos a escribir a los monarcas una carta explicando qué regalos desean. La mayoría de los servicios postales aceptan estas cartas.[4] [5] Actualmente, los Reyes Magos reciben también correos electrónicos[6] y mensajes dirigidos a su página web.[7] [8]

Carta abierta: aunque tiene un destinatario concreto, el autor la envía a un medio de comunicación. Suele contener críticas o peticiones, y su publicación funciona como una forma de presión. Un ejemplo célebre es Yo acuso, de Émile Zola, carta abierta dirigida al presidente de Francia sobre el Caso Dreyfus. El escritor español Fernando Arrabal ha publicado varias cartas de este tipo (Carta al general Franco, Carta a Fidel Castro, Carta a Stalin).

Carta al director: mensaje que el lector de una publicación periódica dirige al director de la misma, generalmente aportando puntualizaciones o críticas a alguna noticia o artículo de opinión aparecidos en la misma. Las publicaciones recogen una selección de estas cartas en una sección específica, reservándose generalmente el derecho a acortar el texto y negándose a aceptar misivas anónimas o pseudónimas.[9]

Carta apócrifa: es aquella que se atribuye, falsamente, a un autor célebre. Algunas cartas apócrifas, consideradas auténticas por muchas personas, han ejercido una influencia notable: tal es el caso de la presunta correspondencia entre Jesucristo y el rey sirio Abgaro V de Edesa que Eusebio de Cesarea incluye en su Historia eclesiástica. En los siglos XX y XXI, algunos autores han recurrido a la carta apócrifa como recurso literario: asi, C. S. Lewis escribió Cartas del diablo a su sobrino (1942) y Fernando Sánchez Dragó publicó en 2001 Carta de Jesús al Papa.

Carta de amor: aunque se trata en principio de un documento privado, trasciende esta categoría para convertirse en un género literario específico, de lo que da fe la convocatoria de concursos de este tipo de cartas.[10] La correspondencia entre Pedro Abelardo y su amante Eloísa puede considerarse un clásico del género.[11] Desde 1937, en que llegó la primera misiva, la ciudad de Verona recibe innumerables cartas de amor dirigidas a Julieta.[12]

Carta ficticia: es aquélla que se atribuye a un personaje de ficción. El sofista griego Alcifrón es el autor clásico de este tipo de cartas, puestas en boca de personajes típicos o pintorescos, como parásitos y cortesanas.

Carta filosófica: Epicuro, Séneca y otros autores grecolatinos utilizaron la carta para divulgar sus ideas filosóficas. Voltaire retoma esta práctica en sus famosas Cartas filosóficas.

Carta oficial: tiene como objetivo establecer o mantener una relación oficial entre personas o instituciones. Las Cartas de Amarna son un ejemplo célebre de este tipo de correspondencia.

Carta privada: el epistolario de muchos personajes públicos consta de cartas privadas, dirigidas en principio a amigos o familiares. Sin embargo, posteriormente, generalmente de forma póstuma, estas cartas se han considerado de interés general y se han publicado. Tal es el caso, por ejemplo, de la Carta al padre de Franz Kafka y de las cartas escritas por el poeta español Antonio Machado a la poetisa Pilar de Valderrama ("Guiomar").[13]

Carta proemio: es aquélla que sirve de prólogo a un libro. Así, las Geórgicas del poeta latino Virgilio se abren con una dedicatoria a su protector, Mecenas. Un ejemplo clásico de la literatura española es la carta de «El autor a un su amigo» que abre La Celestina, de Fernando de Rojas.

Epístola en verso: su referente clásico son las Epístolas del poeta latino Horacio y las cartas en verso que Ovidio escribe desde el exilio (Pónticas). En el siglo XX, el poeta vasco Gabriel Celaya ha recuperado esta tradición en su libro Las cartas boca arriba (1951).

Novela epistolar: numerosas novelas incluyen cartas de alguno de los personajes. En la antigüedad tardía, Heliodoro y Aquiles Tacio usaron ya el recurso en sus novelas. Cuando toda la novela (o al menos parte importante de ella) consta de una o varias cartas, hablamos de novela epistolar. Son ejemplos célebres Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos y Los idus de marzo de Thornton Wilder.

Historia

La Antigüedad

La historia de la epistolografía comienza en la antigua Mesopotamia y Egipto. Para entender las cartas que conservamos de esta época hay que tener en cuenta que la escritura era entonces una técnica especializada al alcance de muy pocas personas. De ahí que se trate, sobre todo, de correspondencia oficial o mercantil. En Egipto, tienen especial importancia las cartas de Amarna, que recogen la correspondencia diplomática de los faraones Amenofis III y Akenatón y arrojan luz sobre las relaciones del Egipto de la época con las naciones vecinas.[14]
La epistolografía gozó de gran consideración como género literario en el mundo grecolatino.[15] Se concebía la carta como una "conversación por escrito", de estilo austero y claro.[16] La composición de epístolas apócrifas y ficticias era uno de los ejercicios favoritos de rétores y sofistas.[17] Así, el sofista griego Alcifrón debe su fama a sus cartas ficticias (ordenadas en cuatro series: cartas de pescadores, de labradores, de parásitos y de cortesanas). Uno de los desarrollos más interesantes del género es la epístola en verso, cultivada por Horacio y otros poetas. En sus Heroidas, Ovidio nos ofrece 21 cartas de amor, puestas en boca de personajes femeninos célebres, como Safo, Penélope y Dido. Las cartas de Cicerón, sin ser la parte más importante de su obra, se consideran un testimonio de gran valor sobre la vida del autor y la cultura y manejos políticos de la Roma de su época. Destacan también, entre otras, las cartas del filósofo Séneca, de Plinio el Joven y de los sofistas Luciano, Claudio Eliano y Filóstrato.
Las cartas o epístolas de
Pablo de Tarso y otros autores cumplen una función muy especial en el Nuevo Testamento, permitiéndonos conocer algunos de los conflictos y puntos de vista de los primeros núcleos cristianos. Algunas de ellas se consideran hoy apócrifas.[18] Lo mismo sucede con el epistolario de los primeros padres de la Iglesia, como Ignacio de Antioquía y Clemente de Roma.[18]
De la antigüedad tardía nos han llegado epistolarios de gran interés, tanto de autores paganos (Libanio, Juliano el Apóstata) como de padres de la Iglesia (Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Juan Crisóstomo, Sinesio de Cirene, Teodoreto de Ciro).[19]
El estudio de los epistológrafos grecolatinos ha generado una bibliografía voluminosa, volcada en un primer momento hacia las cartas como material auxiliar para el estudio de otros géneros y materias. En los últimos años, la epistolografía ha comenzado a despertar interés por sí misma, como un género literario con valor propio.[20]

Edad Media
En la Edad Media, hay intercambios epistolares de justa fama, como los del filósofo
Pedro Abelardo y su amante Eloísa.[21] La cultura bizantina produjo también epistolarios de gran riqueza, como los de Eustacio de Tesalónica,[22] Juan Tzetzes y Miguel Psello.

Siglos XVI y XVII
Ya en el Renacimiento,
Petrarca y Erasmo de Rotterdam, entre otros, siguen cultivando con acierto el género. La correspondencia de Erasmo con Martín Lutero se considera un documento esencial para entender la Reforma Protestante. Erasmo y Juan Luis Vives escribieron sendos manuales sobre el arte de escribir cartas, con el mismo título (De conscribendis epistolis, de 1522 y 1536, respectivamente). [23]
En España, la epístola poética conoce un momento de esplendor en el Siglo de Oro, con creaciones como la Epístola a Boscán de Garcilaso de la Vega y la Epístola moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada.

Siglos XVIII y XIX
Los autores ilustrados del siglo XVIII retoman con interés el género, utilizado por ejemplo por
Voltaire (Cartas filosóficas, Cartas de Memmius), Montesquieu (Cartas persas), José Cadalso (Cartas marruecas) y el Padre Feijoo (Cartas eruditas y curiosas). A finales de siglo, Pierre Choderlos de Laclos publica Las amistades peligrosas, novela epistolar de enorme éxito.
La epistolografía sigue viva en el
romanticismo, con creaciones como Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer, del poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Se publican también en este período novelas epistolares célebres, como Las cuitas del joven Werther de Goethe, Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y Drácula de Bram Stoker.
Los autores
realistas recurren también a la novela epistolar, que les permite ahondar en la psicología de los personajes. Un ejemplo notable es la primera parte de Pepita Jiménez, de Juan Valera.

Siglos XX y XXI
En el siglo XX, las cartas de
Howard Phillips Lovecraft y J. R. R. Tolkien se consideran parte esencial de la obra de estos autores, pues iluminan muchos aspectos de su obra de ficción.[24] [25] Algo similar puede decirse de poetas como los españoles Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre y el nicaraguense Rubén Darío.
En su libro Las cartas boca arriba (1951), el poeta vasco
Gabriel Celaya recupera la tradición de la carta en verso, de estirpe horaciana, relativamente abandonada en los tiempos modernos.

Véase también

Carta
Carta abierta
Epístola
Novela epistolar

Referencias
Beltrán Almería, Luis (1996): "Las estéticas de los géneros epistolares", 1616: Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada 10, págs. 239-246, accesible en la Red. Cita en pág. 241.
Pulido Tirado,Genara (2001): "La escritura epistolar en la actual encrucijada genérica", Signa 10, págs. 435-447, accesible en la Red. Cita en pág. 437.
Elisa Ruiz García, "Introducción", en Teofrasto, Caracteres y Alcifrón Cartas de parásitos. Cartas de cortesanas, Barcelona: Planeta DeAgostini, 1995, pág. 127.
Correos pone buzones especiales para las cartas a los Reyes Magos.
Correos comienza a enviar las cartas a los Reyes Magos.
Los Reyes Magos contestarán este año vía e-mail.
Los Reyes Magos ya tienen página web.
El buzón de los Reyes Magos.
Ejemplo: Sección de cartas al director en el diario español El País.
Concursos de cartas de amor en Google.
Usunáriz, Jesús Mª (2003): "Cartas de amor en la España del Siglo de Oro", Pliegos Volanderos del GRISO 5 (diciembre del 2003), página 2, accesible en la Red.
Cartas a Julieta.
¿Pilar de Valderrama, falsa Guiomar?
Serrano Delgado, José Miguel (1993): Textos para la historia antigua de Egipto, Madrid: Cátedra, págs. 125-129.
En la Ilíada (VI, 155-205) encontramos la primera referencia griega a la escritura de cartas. Estenebea, esposa del rey Preto, convence a éste de que Belerofonte, huésped en su corte, ha intentado violarla. Como venganza, Preto envía a Belerofonte al reino de Licia para que haga entrega de una carta al rey Yóbates, padre de Estenebea. La carta indica a Yóbates que debe matar al portador.
E. Suárez de la Torre, "Literatura imperial. Prosa: epistolografía", en J. A. López Férez ed., Historia de la literatura griega, Madrid: Cátedra, 1988, pág. 1148.
Suárez de la Torre, obra citada, págs. 1145-1146.
a b Suárez de la Torre, obra citada, pág. 1147.
Suárez de la Torre, obra citada, págs. 1147-1148.
Óscar Prieto Domínguez (2008): "Los acercamientos científicos a la epistolografía griega y sus enfoques teóricos", Estudios Clásicos 133: 111-132.
Rinaldo Froldi, "El tema literario de Eloísa y Abelardo y las Heroidas de José Marchena", en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Las cartas de Eustacio de Tesalónica (reseña, en inglés).
Beltrán Almería, obra citada, pág. 239.
Las cartas de Lovecraft.
Las cartas de J.R.R. Tolkien, por Helios de Rosario.

Enlaces externos
Centro de documentación epistolar.
La epistolografía romana.

Agradecemos la incorporación del enlace con el sitio del Centro de Documentación Epistolar

Instrucciones para escribir cartas de amor:



Querido/a mío/a:
Hace tiempo que nuestro amor se acabó... demasiado tiempo. ¿De verdad se acabó?. Por lo menos no para mí. Lo confieso, no te he olvidado y te sigo amando.
Quizás te parezca ridículo pero los sentimientos nunca son ridículos. No creo que me hayas olvidado. Puede que me digas que me sigues teniendo cariño y que ya no hay amor, pero no lo creeré, nuestro amor fue demasiado intenso.
Recuerdo cada instante de nuestra felicidad juntos, fue todo tan mágico... Fue mágico cada uno de nuestros besos, de nuestros silencios, de nuestras miradas, de nuestro dormir juntos, todo mágico.
Por eso te pido, te ruego, te imploro que volvamos a intentarlo y que nuestro pasado de felicidad sea el presente en el que volvamos a vivir nuestros sentimientos que bautizamos un día con el nombre amor.
Si me dices que no yo no te olvidaré y seguiré esperando que te decidas a volver a intentarlo, porque nuestro amor no fue el primero, pero fue el mejor.
Te sigo amando.
Tuyo/a


miércoles, 23 de julio de 2008

Hacer cosas por carta:


Buenos Aires, julio de 2008.
Señora Presidenta
de la Nación Argentina,
Dra. Cristina Fernández de Kirchner
Presente


Tengo el agrado de dirigirme a la señora Presidenta, a efectos de presentar mi renuncia al cargo de Jefe de Gabinete de Ministros con el que oportunamente me distinguiera.
Desde el 25 de mayo de 2003, fecha en que el entonces Presidente Kirchner me confió las tareas de la Jefatura de Gabinete, he puesto mi más absoluta dedicación en la convicción de que estábamos protagonizando un profundo cambio en la realidad argentina.
La certeza de que se abre una nueva instancia en su gobierno, en la cual usted pueda contar con un nuevo elenco de colaboradores para enfrentar la etapa, me impulsa a poner en su consideración mi renuncia con el sano propósito de facilitarle la selección de sus equipos de trabajo.
Reiterándole que ha sido para mí un inmenso honor haberla acompañado en la enorme tarea que afronta, la saludo con el afecto y la distinción de siempre.

Alberto Fernández

Más cartas publicadas, aquí

martes, 22 de julio de 2008

Sobre nosotros:

Como dice Ivana Costa "Esa costumbre no tan lejana ya parece un objeto arqueológico". El Centro de Documentación epistolar, es un sitio que se establece como un archivo digital, donde las cartas nos sirvan para asomarnos a fragmentos de la vida pública y privada. Además el sitio se ocupa de recuperar la correspondencia como forma narrativa, incluyendo recomendaciones de libros y películas donde las cartas tienen un rol fundamental.

De Virginia Woolf a su marido Leonard
Rodemell, 28 de marzo de 1941
Querido:Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que. Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.V.

La dirección del sitio es:
www.cartas.org.ar

Publicado en http://www.infoliteratura.com/
(Muchas gracias)

lunes, 21 de julio de 2008

Cartas a Moreno:

Jorge Goldenberg
En Teatro completo I, Buenos Aires, editorial Colihue, 2005

M. N.
El libro compila cuatro otros textos dramáticos, además de Cartas a Moreno . Ésta, según refiere el libro antes del comienzo de la obra, fue estrenada en en los estertores de la llamada “Primavera Democrática” argentina, el 15 de octubre de 1987 en el Teatro Payró de Buenos Aires. La dirigió Felisa Yeny y la interpretó, entre otros, Javier Daulte.
El texto propone una obra en construcción. Las primeras anotaciones indican que “mientras ingresan los espectadores, los actores ajustan los últimos detalles escenográficos del ámbito en el que se desarrollará la representación.” La ficción histórica que está dentro de esta ficción dramática son
las cartas que María Guadalupe Cuenca le envió a su esposo, Mariano Moreno, cuando ya se hallaba en alta mar rumbo a Inglaterra. En realidad, aunque su esposa escribiente no lo sabía, ya Moreno estaba muerto de muerte dudosa.
El texto propone a los actores en un papel desdoblado: como ellos mismos y como personajes históricos: el propio Moreno; su mujer, Mariquita; el Presidente de la Primera Junta de entonces, enfrentadísimo a Moreno y a los liberales morenistas, Cornelio Saavedra; una inglesa de fantasía. Estas cartas, el nudo del asunto, están rodeadas por aclaraciones vastas que hacen los personajes revestidos de actores o de tales personajes históricos. Entonces, este texto dramático podría tomarse como las cartas a Moreno, que, como se cita a viva voz, fueron encontradas para realizar esa obra de teatro en el libro de
Enrique Williams Álzaga, acompañadas de numerosas citas al pie, orientaciones paratextuales. Éstas funcionan como aclaraciones históricas, terminológicas e idiomáticas; también, en muchos casos, esas notas son discutidas entre los mismos personajes/actores de cara al público, como en una mesa redonda de un comité.
Jorge Goldemberg nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, en 1941. Además de dramaturgo de larga carrera, fue guionista de, entre otros filmes, Plata quemada y La película del rey.

Myriam —quien encontrara el libro con las cartas— no ha dejado de llorar durante la lectura. Alejandra se dirige al público.
ALEJANDRA: María Guadalupe las escribió desde su casa, en la calle de la Piedad , entre la de la Catedral y la del Empedrado...
JAVIER: (Al público.) Bartolomé Mitre, entre San Martín y Florida...
DANIEL : (Al público.) ... sobre la acera que mira al este...
RUTH : (Al público.) ... Banco Santander, Banco Patricios, Banco Tornquist, Banco Provincia...
GABRIEL : (Al público.) Entonces pensamos...
MYRIAM : (Moqueando, al público.) Yo pensé primero...
JAVIER: (Al público.) . . .Y nosotros después, pensamos que tal vez.., tal vez a partir de esas cartas, pudiéramos encontrar un hilo que nos acercara... siquiera una hebra..., aunque más no fuera sentimental...
ALEJANDRA: (Interrumpe.) ... melodramática...
RUTH (Al público.) Una imagen más concreta en el corazón.
DANIEL (Al público.) Era tan joven esa muchacha...
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domingo, 20 de julio de 2008

sábado, 19 de julio de 2008

Cartas de amor en tiempos de Perón:


Las prácticas epistolares, y entre ellas especialmente las cartas íntimas, también exigían una educación. Aunque es evidente que el carteo amoroso era conocido desde mucho tiempo antes, para perdurar el uso debía ser reiterado y enseñado. El contexto de aguda crisis social y demográfica de los años treinta, el ingreso de nuevos contingentes demográficos en las ciudades litorales, renovó la necesidad de una pedagogía de las costumbres. Ésta no era meramente una de las formas de panoptismo moderno; desde los propios sujetos populares se creó una demanda de educación. La lenta difusión de la alfabetización y el fortalecimiento del sistema de correos renovaron la necesidad de una instrucción de qué, cómo, cuándo y a quién escribir.

Por Omar Acha, del artículo "Cartas de amor en la Argentina peronista: construcciones epistolares del sí mismo, del sentimiento y del lazo político populista". Para acceder al texto completo,
aquí

viernes, 18 de julio de 2008

Cartas tiradas:

From: Laura
To: info@cartas.org.ar
Sent: Tuesday, July 08, 2008 12:00 AM
Subject: Re: Cartas tiradas //////


cartas tiradas... se me ocurre una nueva seccion...cartas olvidadas, cartas no enviadas, cartas guardadas para aquella vez que nunca llego...esa protesta airada que no se envio por cobardia o para no complicarse...esa declaracion de amor que no se entrego por motivos similares o falta de oportunidad...ese pedido de ayuda que no llego a destino por desesperanza anticipada....ese saludo de cumpleaños que se fue postergando y ya no tenia sentido..esa carta a papa noel de nuestros hijos...esa carta de lectores que al final nos parecio una estupidez...cartas escritas y no leidas..en fin....encontrar este mail fue como recibir una encomienda de alguien que ya murio...creo que hay una pelicula nueva sobre eso...sigo sin ir al cine, pero de vez en cuando veo las publicidades...seguramente no tiene idea de quien soy...pero este mail me trajo recuerdos de quien fui...o de quien quise ser...veo que han crecido mucho con su proyecto...fotos...hay fotos viejas? eso debe ser otro archivo supongo...una tia mia de mas de 60 recupero una filmacion suya de infancia...fue raro ver a mi mama de chiquita jugando a la ronda...suerte con el archivo, se lo voy a recomendar a una amiga...

miércoles, 16 de julio de 2008

Quince años arreglando cartas de amor:

Un hombre pega los 2.000 pedazos a los que habían sido reducidas 98 cartas a su esposa


Ted Howard pasó los últimos 15 años arreglando las cartas de amor que le envió a su esposa, fallecida hace tres años, entre finales de la década de los 40 y principios de los 50. Desde 1993, Howard se ha dedicado a juntar los 2.000 pedazos a los que habían quedado reducidas las cartas cuando ella descubrió a alguien leyéndolas y decidió destruirlas.



El hombre de 82 años, que escribió un total de 98 cartas a su esposa, Molly, durante los siete años que pasó viajando por Europa, acaba de concluir su trabajo, al que ha dedicado una hora diaria desde que empezó. "Aún extraño muchísimo a Molly, pero tener los recuerdos me ayuda", ha dicho a la BBC. Howard, que planea escribir un libro sobre las cartas, las firmó en hojas de hoteles del Reino Unido, Irlanda, Francia y Holanda.
La pareja se conoció en una feria de pueblo en 1948, cuando ella tenía 18 años y él 23. "Fue amor a primera vista", explica Howard. Se casaron en 1955 y permanecieron juntos 50 años, durante los que tuvieron tres hijos y seis nietos.

Publicado en el periódico El País el 15 de julio de 2008

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martes, 15 de julio de 2008

México, Julio 15 de 1956:

No soy Cristo y filántropo, vieja, soy todo lo contrario de un Cristo, y la filantropía me parece cosa de... (palabra ilegible), por las cosas que creo, lucho con toda las armas a mi alcance y trato de dejar tendido al otro, en vez de dejarme clavar en una cruz o en cualquier otro lugar. Con respecto a la huelga de hambre estás totalmente equivocada: dos veces la comenzamos, a la primera soltaron a 21 de los 24 detenidos, a la segunda anunciaron que soltarían a Fidel Castro, el jefe del Movimiento, eso sería mañana, de producirse como lo anunciaron quedaríamos en la cárcel sólo dos personas. No quiero que creas como insinúa Hilda que los dos que quedamos somos los sacrificados, somos simplemente los que no tienen los papeles en condiciones y por eso no podemos valernos de los recursos que usaron nuestros compañeros. Mis proyectos son los de salir al país más cercano que me dé asilo, cosa difícil dada la fama interamericana que me han colgado, y allí estar listo para cuando mis servicios sean necesarios. Vuelvo a decirles que es fácil que no pueda escribir en un tiempo más o menos largo.
Lo que realmente me aterra es tu falta de comprensión de todo esto y tus consejos sobre la moderación, el egoísmo, etc, es decir las cualidades más execrables que pueda tener un individuo. No sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca, y cuando reconozca en mí que la llama sagrada ha dejado lugar a una tímida lucecita votiva, lo menos que pudiera hacer es ponerme a vomitar sobre mi propia mierda. En cuanto a tu llamado al moderado egoísmo, es decir, al individualismo ramplón y miedoso, a las virtudes de XX debo decirte que hice mucho por liquidarlo, no precisamente a ese tipo desconocido, menguado, sino al otro, bohemio, despreocupado del vecino y con el sentimiento de autosuficiencia por la conciencia equivocada o no de mi propia fortaleza. En estos días de cárcel y en los anteriores de entrenamiento me identifique totalmente con los compañeros de causa. Me acuerdo de una frase que un día me pareció imbécil o por lo menos extraña, referente a la identificación tan total entre todos los miembros de un cuerpo combatiente, que el concepto yo había desaparecido totalmente para dar lugar al concepto nosotros. Era una moral comunista y naturalmente puede parecer una exageración doctrinaria, pero realmente era (y es) lindo poder sentir esa remoción de nosotros...
(Las manchas no son lágrimas de sangre, sino jugo de tomate.)

La carta completa, aquí

lunes, 14 de julio de 2008

14 de julio de 1949:




Querido Enrique: Muy agradecida por su expresiva carta del 9 de mayo aunque tarde en contestarla, pero los días pasan como flechas para todo lo que tengo que hacer. Contentísima que sus pequeños recuerdos fueron apreciados y de su gusto. Recevez, cher [?] le plus affectueuses des souvenirs de Alicia C. de [?]
¡Viva la R , Argentina! Pienso al gentil y conciencioso Cadete E. L. López Fabbri y lo veo ya en mi mente, al mirante de la flota Nacional



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domingo, 13 de julio de 2008

Los tiempos que corren:

Cartas a mamá desde el infierno
Ingrid Betancourt / Mélanie y Lorenzo Delloye-Betancourt
Buenos Aires, Grijalbo, 2008


M.N.
A pesar de la altura del siglo, algunas cosas importantes parecen todavía resolverse por carta. La prueba de vida de la, por largo tiempo, más famosa secuestrada de la guerrilla colombiana, debió salir de su puño y letra, moldeada en un papel, y con las marcas retóricas más tradicionales de la carta: 1. el lugar y a fecha (“mañana lluviosa, como mi alma / Selvas de Colombia Miércoles 24 octubre / 8:34 am”); 2. el destinatario explicitado en el encabezado (“Mi mamita adorada y divina de mi alma”); 3. la primera y, sobre todo, segunda persona marcada (“todos los días me levanto dándole gracias a Dios por tenerte”); y 4. la firma al pie (“Ingrid Betancourt”). El cuento de esta larga carta -medio cerrada, medio abierta- dice que este “manuscrito –según reza el prólogo del libro referido-, una docena de páginas escritas con una caligrafía regular y puntiaguda, acompañada de un video y de fotos (como la que aparece en la portada), fue confiscada tras la detención de guerrilleros en Bogotá”. También advierte el prólogo que se trata de “la primera versión íntegra y autorizada de dicho documento”. Pero, ¿de quién es la voz de la secuestrada?
Se trata, ya se sabe, de la carta que le envió en papel Ingrid a su madre y, a través ella, a sus hijos, y la respuesta que éstos le envían en forma de relato a través de las ondas sonoras de la radio que ella escucha cautiva. Al final del libro se agrega como apéndice una lista de los secuestrados (a abril de 2008, mes de la edición, sabiendo como se sabe que esta fecha es muy importante). La primera carta, la más larga, la de Ingrid a su madre, se sostiene con, al menos, tres tipo de enunciatarios previstos: la explicitada madre y, a través de ella, sus hijos, sobrino, esposo, ex-esposo, etc; un auditorio universal (como muchas de las misivas que bordean la proclama); y, también, la censura (“Escribo en español para no crear suspicacias que dificulten el tránsito de esta carta”). Esto último, el problema de los idiomas para Ingrid y su madre Yolanda Pulecio, resulta más que suspicaz: el castellano, para ellas, es el idioma de lo público (carta abierta); el francés, de lo privado (“Si algo me quieres comentar por radio que sea personal, dímelo en francés para que yo capte de qué me vas a hablar, y sigues en español”).
La respuesta (la correspondencia) a esa larga misiva también fue en forma de carta, pero ya no en papel sino a través del aire que emitía el programa radial “Las voces del secuestro”. Fue leída por Lorenzo, su hijo, y explicita la ambigüedad de la epistolaridad: proximidad (“Y de pronto, ahí estabas. Tan próxima, tan cerca de nosotros. Leyendo tu carta, encontré tu voz”) / lejanía (“Pero no puedo verte, no puedo tocarte, no puedo sostenerte para reconfortarte”). Su carta, en relación a la de Ingrid, restringe los enunciatarios a dos: su madre y el universo. De este lado, en el mundo libre, no hay censura. Por eso se despacha contra los poderes enemigos, como las propias FARC o los gobiernos cómplices del cautiverio (el presidente colombiano Álvaro Uribe, sin ir más lejos).
Como tópico de las cartas de amor, y exagerado en las cartas de cautiverio (secuestro, como este caso, pero también de cárcel, de guerra o de exilio), la utopía que propone es que el mismo deje de exisitir, que no tenga necesidad de ser dicho, el fin del mensaje, porque los cuerpos vuelven a estar juntos (“No más mensajes, no más teléfonos, no más distancias, no quiero que exista ni un metro de distancia entre tú y yo”).
A diferencia de la gran mayoría de epistolarios célebres, la edición de este libro es contemporánea a sus protagonistas, a sus incontables publicaciones en medios masivos y réplicas en radios y televisión. Como se ha dicho, el prólogo subraya que se trata de la carta íntegra y autorizada, no de la destreza de un cazador furtivo de textos íntimos.
Pero, ¿qué aporta el libro si ya todo se sabe? Es que quizá a todo el mundo le guste reflejarse en el bronce bibliográfico. Y conociendo el final de la película, luego de la liberación de Ingrid Betancourt, el pequeño libro trepó al espacio encumbrado en la topografía de las librerías, ganando privilegios en las mesas más próximas al acceso, allí donde todos los libres eruditos salen a pasear.

Como te decía, la vida aquí no es vida. Es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo, o sobrevivo, en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con la cual puedo pensar que tengo una casa. Tengo una repisa donde pongo mi equipo, es decir el morral con la ropa y la Biblia que es mi único lujo. Todo listo para salir corriendo. Aquí nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la única constante. En cualquier momento dan la orden de empacar y duerme uno en cualquier hueco, tendido en cualquier sitio, como cualquier animal.



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sábado, 12 de julio de 2008

Las cartas de Rodin:


Un año de cartas desde París

"El mundo sólo será feliz cuando todos los hombres tengan alma de artistas, es decir, cuando todos sientan el placer de su labor."
A. Rodin, Mi testamento

Por Alberto Belucci
La muestra inaugurada anoche en el Museo Nacional de Arte Decorativo, una de las más importantes de los últimos años en Buenos Aires, permite actualizar la particular relación que existió entre el maestro de Meudon y los dueños originales de esta casa, Matías Errázuriz y Josefina de Alvear. A principios del siglo XX, el matrimonio adquirió en París tres obras de Rodin que luego, cuando la residencia familiar se convirtió en museo nacional, en 1937, pasaron a integrar las colecciones del organismo. Además de un pequeño león en bronce, testimonio de los tempranos contactos de Rodin con el insuperable animalier Antoine Barye, los Errázuriz adquirieron, por recomendación de Rodin, La eterna primavera, ejemplar de una breve serie en mármol realizada cuatro años antes sobre el tema recurrente de la pareja joven en abierta exaltación de la pasión amorosa. Esta obra, que normalmente se exhibe en el salón Luis XVI, en esta ocasión forma parte del módulo Mitos y alegorías, donde se agrupan esas voluptuosas figuras rodinianas que -más allá del argumento mitológico que les sirve de excusa temática- entrelazan sus cuerpos y almas en una suerte de expansión erótica que los vuelve fluidos e inmunes, incluso, a la ley de gravedad.

En cuanto al proyecto de chimenea, habitualmente ubicado en el Gran Hall del Museo, se ha trasladado para esta exposición el núcleo de La Puerta del Infierno, obra monumental con la que comparte la mayoría de sus componentes iconográficos, tales como Adán y Eva, un par de figuras colosales pensadas para los laterales, y la Muerte del Poeta, que ocupa el frontis superior bajo un remolino de figuras que lo sobrevuelan. El proyecto de chimenea fue encargado a Rodin por don Matías, quien imaginaba reemplazar el modelo clásico previsto en los planos por una propuesta plástica más arriesgada y espectacular. Las tratativas entre Errázuriz y Rodin abarcaron más de un año, entre principios de 1912 y abril del año siguiente, en un moroso intercambio de correos, tan diferente de la dinámica comunicacional de nuestro tiempo afín a los objetivos y capacidades de Claro y Telmex, patrocinadores de La era de Rodin. De aquel proceso epistolar el Museo conserva copias facsimilares de siete cartas de los Errázuriz al artista -cuyos originales se conservan en el museo Rodin de París- y cinco manuscritos originales de éste a sus clientes sudamericanos, que para esta ocasión se van a exponer al público. Al "mayor deseo de veros y charlar sobre esculturas para mi casa de Buenos Aires", como le escribe don Matías el 12 de febrero de 1912, Rodin le contesta a principios de abril: "He pensado en vuestra propuesta y quedo desde ahora a vuestra disposición. [...] Más que bocetos le mostraré obras modeladas e inéditas. Le pido que venga a Meudon, deseo estar allí con usted, así, delante de las esculturas modeladas, la elección se realizará siempre mejor que sobre temáticas". Probablemente una o más reuniones tuvieron lugar hacia la primavera, pero sólo en la carta del 26 de marzo de 1913 el escultor informa al cher Monsier Errazuritz (sic): "Estoy feliz al saber que su largo viaje haya terminado; vuestro regreso a París me permitirá mostrarle lo que he hecho y continuar nuestro trabajo conjunto". Claro que al llegar el momento de los números, el acuerdo se fue diluyendo. Errázuriz estimó que el precio era demasiado elevado, pidiendo "disculpas por ofrecerle un precio menor que el que usted desea, aunque teniendo en cuenta que la obra ya está realizada y que sólo se deben cambiar las proporciones, quizá se me permita abrigar alguna esperanza" (7/04/13). Pero esas esperanzas se evaporaron con la respuesta que quince días más tarde envió el artista, diciendo que "el precio que usted me ofrece es insuficiente para mí y para una obra de esta calidad". Con lo cual los Errázuriz Alvear debieron contentarse con la maqueta de bronce.

Las más de setenta obras que conforman La era de Rodin, procedentes del Museo Soumaya, de México, y del Museo de Ponce, de Puerto Rico, han atravesado un siglo de historia y un océano para recalar y afincarse en diferentes destinos latinoamericanos. Buenos Aires las recibe como a viejos conocidos, que vienen a reencontrarse con antiguos compañeros del taller donde fueron creados y formados. Esta exposición nos abrirá a la fruición de experimentar el mármol hecho carne, el bronce hecho músculo, la materia hecha espíritu. Tal es la lección del arte poderoso de Rodin, de Camille y sus colegas.


Publicado hoy en el suplemento ADNCultura, del diario La Nación de Buenos Aires.


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